El zoco de Marrakech
Hoy, como desde hace cientos de años, el zoco de Marrakech sigue siendo un importante centro comercial y artesanal
Los zocos, llamados bazares en oriente y simplemente mercados o mercadillos en occidente, son una constante en las ciudades árabes; desde tiempos remotos fueron el lugar de encuentro de las caravanas que viajaban por el desierto para comerciar, concluir negocios, encontrarse con otras tribus, beber té con amigos o incluso arreglar bodas.
El zoco de Marrakech es el mercado más grande de todo el Maghreb y se puede acceder a él directamente desde la Plaza Djemaa el Fna. Inmediatamente se percibe el bullicio y la animación en las callejuelas laberínticas, algunas cubiertas por lamas de madera para protegerse del sol, donde comerciantes y artesanos intentan cada día hacer su negocio con locales y turistas.
El zoco de Marrakech es el mercado más grande de todo el Maghreb y se puede acceder a él directamente desde la Plaza Djemaa el Fna. Inmediatamente se percibe el bullicio y la animación en las callejuelas laberínticas, algunas cubiertas por lamas de madera para protegerse del sol, donde comerciantes y artesanos intentan cada día hacer su negocio con locales y turistas.
Un poco de historia
Souk de objetos de metal
El metal trabajado en cientos de objetos diferentes
La palabra zoco, souk en árabe, designa 'un gran desorden' y podriamos pensar que el término es más que acertado para definir esta zona tan efervescente y ruidosa donde nada parece seguir ninguna regla. Sin embargo, los zocos fueron desde siempre mercados muy ordenados que respondían a una organización social y geográfica de diferentes corporaciones de artesanos, vigente aún hoy después de más de ocho siglos de existencia.
Fueron primero los tejedores y los curtidores de cueros quienes se instalaron y poco a poco se fueron agregando otras actividades, cada una estableciéndose en una zona bien delimitada para desarrollar su actividad.
Cada corporación tenía sus reglas y jerarquías profesionales bien precisas; en general, existía una escala jerárquica en la cual el aprendiz estaba en el nivel más bajo durante un cierto tiempo (a veces años) para aprender el oficio. Cuando era capaz de realizar una pieza por sí mismo era juzgado por sus maestros o maalems y si era aprobado podía instalarse y comerciar como los demás artesanos. Los maalems eran, entonces, los que transmitían los secretos de la profesión, y eran liderados por el amine, elegido de entre ellos para resolver conflictos entre artesanos o entre maestros y aprendices.
La ubicación de cada actividad dependía del valor de la mercancía y de la incomodidad que significara para los vecinos. Así, el zoco de los curtidores de cueros (con sus técnicas ancestrales de tratamiento de las pieles), el taller de los alfareros y el mercado de camellos fueron ubicados al exterior de la medina.
Los alimentos, por ser productos económicos y perecederos, ocupaban las zonas de la periferia: se podían encontrar olivas, huevos, aves, carnes rojas, dátiles... También los ligados a las actividades rurales, como los que confeccionaban riendas y sillas de montar para los caballos. Próximo estaba el zoco de los carpinteros, cuyos talleres invadían prácticamente la calle.
Los alimentos, por ser productos económicos y perecederos, ocupaban las zonas de la periferia: se podían encontrar olivas, huevos, aves, carnes rojas, dátiles... También los ligados a las actividades rurales, como los que confeccionaban riendas y sillas de montar para los caballos. Próximo estaba el zoco de los carpinteros, cuyos talleres invadían prácticamente la calle.
La zona central del gran zoco se reservaba a los artículos más costosos y delicados: las telas de seda, las especias y joyas de oro, así como los productos para el cuidado personal y el arte del tatuaje con henna (un arbusto espinoso que produce una tintura utilizada para tatuar o teñir el cabello).
El zoco hoy
En la actualidad, pese a la degradación causada por la invasión de la cultura occidental y los productos made in china, el zoco congrega alrededor de 2600 artesanos y 40 corporaciones que aún mantienen vivo el arte tradicional marroquí, confiriendo un encanto especial al mercado más grande del norte africano.
La variedad de artículos que se puede encontrar abarca casi todo lo imaginable: vestimentas, joyas, tapices, babuchas, objetos de tierra cocida, madera, metálicos o de cuero, especias, frutos secos, carnes y otros alimentos, hierbas medicinales... la lista sería interminable.
Negociar antes de comprar, además de ser toda una tradición comercial árabe, en este caso resulta además indispensable ya que los precios suelen ser bastante elevados; si el comerciante ve real interés en el producto convidará al cliente con un té de menta y apreciará hacer un buen negocio, pero se sentirá ofendido si sólo se busca regatear por diversión.
El zoco es un placer para disfrutar con todos los sentidos y la mente abierta. Sólo hay que dejarse llevar por las callejuelas y dejar que ese pequeño gran mundo de olores, sabores y sonidos nos invadan y sumerjan en una forma de vida que es, seguramente, muy diferente a la que estamos acostumbrados.
En la actualidad, pese a la degradación causada por la invasión de la cultura occidental y los productos made in china, el zoco congrega alrededor de 2600 artesanos y 40 corporaciones que aún mantienen vivo el arte tradicional marroquí, confiriendo un encanto especial al mercado más grande del norte africano.
La variedad de artículos que se puede encontrar abarca casi todo lo imaginable: vestimentas, joyas, tapices, babuchas, objetos de tierra cocida, madera, metálicos o de cuero, especias, frutos secos, carnes y otros alimentos, hierbas medicinales... la lista sería interminable.
Negociar antes de comprar, además de ser toda una tradición comercial árabe, en este caso resulta además indispensable ya que los precios suelen ser bastante elevados; si el comerciante ve real interés en el producto convidará al cliente con un té de menta y apreciará hacer un buen negocio, pero se sentirá ofendido si sólo se busca regatear por diversión.
El zoco es un placer para disfrutar con todos los sentidos y la mente abierta. Sólo hay que dejarse llevar por las callejuelas y dejar que ese pequeño gran mundo de olores, sabores y sonidos nos invadan y sumerjan en una forma de vida que es, seguramente, muy diferente a la que estamos acostumbrados.
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